viernes, 11 de diciembre de 2015

Ezra Pound y el Cid

Mío Cid subía hacia Burgos,
Hacia la puerta salpicada entre dos torres,
Golpeó con el traste de su lanza, y la niña salió,
Una niña de nueve años
En la pequeña galería sobre la puerta, entre las torres,
Leyendo el mandato, voce tinnula:
"Que ningún hombre hable, alimente o ayude a Ruy Diaz,
Por el dolor de llevar el corazón afuera, sentado sobre la punta de un clavo
Sus ojos se rasgaron, y toda su bondad se aisló,
Y aquí, Mío Cid, están los sellos,
El gran sello y el escrito".
Y vino él desde Bivar, Mío Cid,
Sin halcones que quedaran en las perchas,
Y sin ropas en las alforjas,
Y dejó el baúl con Raquel y Vidas,
Esa gran caja de arena, con los prestamistas,
Por ganar algo con qué comprar pintura;
Haciendo camino hacia Valencia.
Inés de Castro asesinada, y una pared
Aquí, desgastada, aquí, decidida a permanecer.
Sombrío desperdicio, pigmento descamandose de la piedra,
O escamas de yeso, Mantegna pintó esta pared
Harapos de seda, "Nec Spe Nec Metu."

                                                   Ezra Pound, fragmento del Canto III