Si entre cien mujeres va y alguno dice
«¡puta vieja!», sin ningún empacho luego vuelve la cabeza y
responde con alegre cara. En los convites, en las fiestas, en las
bodas, en las cofradías, en los mortuorios, en todos los
ayuntamientos de gentes, con ella pasan tiempo. Si pasa por los
perros, aquello suena su ladrido; si está cerca las aves, otra cosa
no cantan; si cerca los ganados, balando lo pregonan; si cerca las
bestias, rebuznando dicen «¡puta vieja!». Las ranas de los charcos
otra cosa no suelen mentar. Si va entre los herreros, aquello dicen
sus martillos. Carpinteros y armeros, herradores, caldereros,
arcadores, todo oficio de instrumento forma en el aire su nombre.
Cantan los carpinteros, péinanla los peinadores, tejedores,
labradores en las huertas, en las aradas, en las viñas, en las
segadas con ella pasan el afán cotidiano. Al perder en los tableros,
luego suenan sus loores. Todas cosas que son hacen, a doquiera que
ella está, el tal nombre representan. ¡Oh, qué comedor de huevos
asados era su marido! ¡Qué quieres más, sino que si una piedra
topa con otra luego suena «¡puta vieja!»!
[Acto I]
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