¡Ay Dios, y quán fermosa viene doña
Endrina por la plaça!
¡Qué talle, qué donayre, qué alto
cuello de garça!
¡Qué cabellos, qué boquilla, qué
color, que buenandança!
Con saetas de amor fiere quando los sus
ojos alça.
Pero tal lugar non era para fablar en
amores,
a mí luego me vinieron muchos miedos e
temblores,
los mis pies e las mis manos non eran
de sí señores,
perdí seso, perdí fuerza, mudáronse
mis colores.
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