Mientras
hablábamos del tiempo, Paco cortó un par de lonchas de queso e hizo
con ellas un bocadillo que envolvió en papel de alumninio. Después
lo metió en una bolsa de plástico transparente, de las que se usan
para congelar alimentos, junto a dos mandarinas, un plátano y un
yogur. Me dijo que era el tentempié que Mercedes se tomaba a media
mañana y con el que aguantaba hasta las cinco o las cinco y media,
su hora de comer.
Enseguida
apareció ella, duchada y vestida. Me pareció que llevaba el pelo
mojado, lo que era una especie de suicidio con aquellas temperaturas,
pero no dije nada. A las siete menos veinte se escuchó el ruido de
una cisterna proveniente de algún lugar del silencioso edificio, y
fuimos a despertar a los niños.
Juan José Millás: María y Mercedes
(texto ligeramente adaptado)
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